sábado, 22 de septiembre de 2012

Crítica de Carla Romani

Comentario de la obra por Carla Romani “Martín Fierro o el payador perseguido”,r Pablo Solo Diaz Queda claro, a partir de la revisión de nuestra propia idiosincrasia, que poder definir el “lo nacional” dista bastante de ser una tarea sencilla. Dentro de ese grupo de símbolos que nos representa, el Martín Fierro se configura con una multiplicidad de significados tan grande que logró trascender épocas. ¿Es acaso tan extraño encontrarse con los versos del Martín Fierro entre generaciones que han leído la obra y, tantas otras, que sin haber contactado el libro, recitan estrofas con tanto sentimiento y apropiación que conmueven? Este fenómeno no es extraño, simplemente muestra la riqueza de una obra que nos explica, página a página y en la vigorosa actualidad de sus versos, nuestra relación con la naturaleza, con el otro y con nosotros mismos. Como explican algunos críticos, la obra de José Hernández “recupera y refuerza la popularidad de la literatura gauchesca, la queja y la elaboración literaria del mundo rural de la campaña bonaerense. Pero, además, se distingue por la maestría con la que construye el lenguaje de sus personajes ficcionales”. En “Martín Fierro o el payador perseguido”, Pablo Solo Diaz -artista multifacético- revitaliza cada uno de estos elementos: el auditorio es hechizado por el encuentro con un lenguaje y un paisaje que les resultan propios. La tarde que pude ver la obra no podría haber sido mejor escenario –en tiempo y espacio- para volver a encontrarme con un clásico. Frente a un público en el que todas las generaciones se veían representadas, el juglar logró captar la atención de los más pequeños, sentados boquiabiertos en la primera fila, a partir de una historia con emoción e identidad. La puesta en escena no necesito de luces o grandes efectos especiales: la mirada infantil se vio cautivada por la simpleza y colorido de las marionetas, por un tono de voz dulce y un humor que tocaba la sensibilidad de los presentes. Los más grandes, ya con una apropiación distinta de la obra, conectaron con cada uno de los personajes ejecutados por Diaz: recordaron un Fierro cantor, que declara que en su Pampa él es como el ave o como el “peje”; o un Fierro sensible frente a su tarea como padre y esposo. Pablo logra una atmósfera mítica en la que, entre silencios y risas, el público se entrega a lo que se está contando; muñecos, guitarra, cambios de vestuario, papeles cortados, máscaras y cantos transitan escena a escena con una fluidez envidiable. Queda grabado, en la retina de los que pudimos presenciarla, un beso interminable entre Fierro y su esposa-muñeca, que no hacen más que transmitirnos la riqueza de una obra tan sensible como bella." Carla Romaní es profesora de Historia y Literatura.

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